10

Tengo una Estrella

Me tocaba estar puérpera ahora mismo.

Sí. El año pasado estuve embarazada 13 maravillosas semanas. Ilusión y miedos a partes iguales. Impaciencia por ver lo que con tanto amor se estaba gestando dentro de mí. Por fin, la primera ecografía. Y la peor de las noticias. Mi bebé nadaba sin vida en mi útero. Ninguna señal que me hiciera presagiar el fatal desenlace…Llanto. Desolación. Vacío. Mucho vacío….

Nunca olvidaré el camino a casa, aquella mañana de julio. Mi mundo se derrumbaba. ¿Cómo superarlo?¿Cómo iba a decirle a Martín que el bebé se había ido? El dolor me inundaba, a la par que encajaba con sosiego la noticia. Y tenía que ser fuerte, pues mi otro hijo me esperaba lleno de inocencia y energía.

Nos fuimos al hospital por urgencias, donde me indicaban un legrado para el día siguiente. Pero no, yo no quería eso, y pedí irme a casa. Necesitaba despedir a mi bebé en mi entorno, con calma, sin prisa, y todo el amor y el apoyo de mi familia. Fue duro, no doloroso físicamente, como me advirtieron la matrona y la ginecóloga de guardia intentando quitarme las ganas de hacerlo como yo quería, pero sí muy duro. De repente, a las 13 semanas de embarazo, te enfrentas a todo un proceso de parto…pero sin bebé. Cuando esperando la vida te encuentras con la muerte.

Lloré mucho. Lloramos mucho. Explicamos amorosamente a Martín que su hermano ya no estaba en la barriga de mamá, que se había ido al cielo. Se puso inmensamente triste. Por un momento dudé si decírselo, pero no podía permitir que siguiera hablando y besando mi barriga; se merecía saber la verdad. Le dijimos que podría verlo cada noche en la estrella que más brillase. Y así comenzó la historia de mi estrella, nuestra estrella, Naír.

Que-son-las-estrellas-vampiro-2

Y para nuestro asombro, cada noche miraba al cielo para buscarlo. ¡Mira papá, mira mamá, la estrella!

Un bebé deseado y amado, que se fue demasiado pronto. Un bebé que habría nacido a finales de enero y que me dejó vacía. Y no hay día que no lo piense, lo imagine, lo extrañe y le diga que lo amo. Necesito hacerlo. No quiero borrarlo. No queremos hacerlo. Por eso le pusimos nombre. El nombre de una estrella. Y por eso siempre será mi segundo hijo. Porque aunque sólo disfrute de la presencia de Martín, tuve otro hijo en mis entrañas, y no puedo ni quiero olvidarlo.

Es mi duelo. Es mi historia.

He vivido casos cercanos de abortos, y había algo que me inquietaba muchísimo, y era que desde que sabías que no vivía hasta que te practicasen el legrado tendrías que estar sabiendo a tu hijo muerto.¿Cómo superarlo? Y una vez más mi instinto me hizo actuar inesperadamente, pidiendo irme a casa.Y el proceso se alargó durante 15 días. Me decían que fuese a lo rápido, para acabar pronto con la pesadilla, pero pocas veces me he sentido tan serena y en paz, dando tiempo a mi criatura, y respetando su salida de mi cuerpo, una cosa tan sagrada, que no merecía hacerse a toda prisa. Aún así acabé en el hospital para un aspirado. Lo último que quería, pero lo intenté hasta el final.

Escribí mucho, lloré cada día frente al mar. Sentí rabia. Sentí angustia. Sentí dolor. Sentí a tantas mujeres que como yo han tenido que pasar alguna vez por tan amarga experiencia. Me sentí mal, pues no supe estar a la altura de tanto dolor en la pérdida de mi hermana, ni de mi amiga del alma, ni de tantas y tantas mujeres cercanas que hubieran necesitado mi abrazo. Pero hasta que no te pasa, no puedes saber lo que se siente.

Las matronas y ginecólogas que me atendieron, y de las que tanto se está hablando estos días, me decían que no llorase, que era algo muy normal. Pero no me callaron. Y si me estás leyendo y piensas que es algo muy normal y que no es para tanto, al menos nunca se lo digas a una madre. Nunca. Porque pasará muchas veces, pero a esa mujer le está pasando por primera vez. Incluso si le pasa más de una, no imagino menos dolor.

Lo único que necesitamos en esos momentos y en los posteriores es un «Lo siento». Es suficiente si no sabes qué decir. También me soltaron el típico «Mujer, eres muy joven, puedes tener más». ¿Imagináis mi cara de perdonarles la vida? Podré tener más o no, que eso nunca se sabe, pero es que yo quería a este que se ha ido. ¿Es tan difícil de entender?

Llevo medio año esperando que llegase la fecha probable de parto, para cerrar un ciclo. Pensé que llegado ese día me sentiría mejor. Es cierto que el tiempo va curando. Pero aún escuece.

Es mi duelo.

Y después de tanto tiempo sin escribir en el blog, porque no he podido hacerlo ni he tenido ganas, por fin me he decidido a contar mi historia. La historia de Mi estrella, de mi segundo y fugaz embarazo, que como todos, te transforma en otra mujer.

Y precisamente en estos días convulsos de matronas contra doulas, me dan ganas de contar la poca empatía que recibí en los ratos que obligatoriamente tuve que ir al hospital. No dejando entrar al papá (que es la otra parte implicada en un embarazo, y en consecuencia en una pérdida) a las ecografías, a cada consulta. Sola. Porque -argumentaban-, las salas de dilatación están en el mismo pasillo y por dar intimidad a esas madres. Por supuesto, les propuse que cambiasen las formas, porque era inhumano el maltrato al que nos sometían. Insistiéndome una y otra vez en que el proceso que había escogido era una barbaridad y me iba a doler muchísimo. Apostillando en los informes que me volvía a casa «bajo mi responsabilidad», tildándome de irresponsable y no respetando mi decisión. Instándome a dejar de llorar, banalizando mi sufrimiento…. Y paro de contar, porque poder, puedo seguir.

Tengo que dar las gracias a mi mayor doula, mi marido, que me acompañó en el proceso y me acompaña cada día, respetando mi instinto y mis necesidades; a mis padres que me apoyaron e hicieron que pudiera centrarme en el proceso, encargándose de las tareas de la casa, de la comida, del niño…Gracias a Nohemí, que via whatsapp, con pocas palabras (porque no hacen falta) y mucho cariño me sostuvo; a Elisabeth doula, y a todos los que de una u otra manera me acompañasteis y apoyasteis, con vuestros mensajes, con vuestras visitas, con vuestro respeto, con vuestros oídos.

Y a la gran mayoría, los que ni sabíais que estuve embarazada…Gracias por entender mi silencio e intimidad.

Ahora sí estaba preparada para contarlo.

Y por duro que os resulte oírlo, necesitamos hablar,contarlo, y sanar.

Naír, te llevo en mi corazón.

CYMERA_20150109_104616